Falacias que desacreditan la traducción y el caso de la traducción de anuncios

 “¡No pensaba que una traducción costase tanto trabajo! Vale, se la hago hacer a mi primo, ya que ¡ha trabajado en Londres 6 meses!”

Falacias que desacreditan la traducción y el caso de la traducción de anuncios

Cada vez más traductores profesionales deben hacer frente a clientes que consideran la traducción como un pasatiempo, llevado a cabo por cualquiera que tenga un mínimo de conocimiento de la lengua de partida y de llegada. Desacreditamos de inmediado este mito: no es así. Traducir un texto no significa, de hecho, trasladar simplemente al pie de la letra lo que está escrito en el texto de partida en la lengua de destino: de esta manera se obtendría un resultado que no es natural para el lector, y efectivamente para hacer este trabajo basta usar Google Translate. La traducción como tal es, en cambio, todo un poceso compuesto por diversos pasos y decisiones que el profesional debe tomar respecto a múltiples problemas que siempre se presentan en este tipo de trabajo, con el fin de obtener un resultado que sea lo más preciso y útil posible para el lector; la intención es hacer parecer el texto de destino un original, casi como si no hubiese sido traducido desde otra lengua. Los problemas de traducción esconden el hecho de que las diferentes lenguas son construídas con estructuras linguísticas diferentes, y combinan las palabras de su propio léxico utilizando convenciones que en ocasiones no se corresponden a las de nuestra lengua madre. Un ejemplo trivial es el que se refiere a la tipología sintáctica: las frases en italiano son tipicamente construídas según el esquema SVO, pero esto no quiero decir, como un inexperto podría pensar, que tal estructura sea aplicada a todos a todos los idiomas del mundo: el árabe, por ejemplo, prefiere frases del tipo VSO, mientras que el persa SOV. Además, es de fundamental importancia comprender que los textos nunca son neutrales, sino que siempre están impregnados de la cultura ligada a la lengua en la que son escritos. Por este motivo, el traductor debe ser capaz de adaptar en todo y para todo el texto de salida al mercado receptor. Un caso destacable es el referido a las traducciones publicitarias. Advertising, el término inglés con el que se hace referencia a la publicidad, deriva del latín advertere, que significa dirigir, encaminar. De hecho, el uso de esta práctica se remonta a los tiempos de los antiguos romanos, y su propósito es naturalmente atraer la atención del consumidor y persuadirlo con una descripción apropiada de un producto. Los ad son creados por los copywriter según un esquema muy preciso: la imagen está flanqueada por una parte escrita, el body copy. La publicidad está, además, acompañada del slogan, y a veces del payoff, esto es una frase que resume la identidad del brand. En todas sus partes, el equipo de copywriter utiliza elementos linguísticos y no solo que resultan tener connotaciones culturales. Un ejemplo destacable es el uso del color, que a menudo viene utilizado como expresión de un sentimiento, que puede no ser compartido a nivel global: basta pensar en el blanco, que en nuestra cultura está asociado al matrimonio, mientras que en la cultura india al luto. El papel de los traductores, por tanto, es crucial: son ellos los que deben conseguir provocar en el lector de la lengua y cultura de destino las mismas sensaciones del ad original, adaptando, y no solo traduciendo literalmente, texto, imágenes y eventualmente también el formato. De esta forma, se evita el peligro de que la traducción pueda resultar incluso contraproducente y poco persuasiva.

Para saber más:
  • Federici, Eleonora. Translation Theory and Practice. Cultural differences in Tourism and Advertising. Napoli: Loffredo Editore, 2018.
  • Godard, Barbara. The Language of Advertising. London: Routledge, 1998.